Marga está entrando por la
puerta, ayudando a Alicia trayendo cajas de cartón y dejándolas en el salón.
ALICIA. Muchas gracias por dejarme ser tu compañera de piso.
MARGA. No tienes por qué dármelas. La verdad es que te la
debería dar yo a ti, porque con esto de estar sin trabajo…
ALICIA. Yo es que antes vivía con mi novio, pero como el muy
capullo me dejó… El muy imbécil…
MARGA. ¿Y por qué te dejó?
ALICIA. Porque me pilló liándome con otro.
Alicia ríe
escandalosamente. Marga se queda con los ojos abiertos, sin creérselo.
ALICIA. (Para de reírse y
se pone muy seria.) Menos mal que no lo volveré a ver más.
MARGA. (Temerosa.)
¿Por… por qué?
ALICIA. (Gira lentamente
la cabeza para mirar a los ojos a Marga.) Porque lo maté.
Se hace el silencio en la
sala. A Marga se le nota el miedo en la cara y Alicia, tras unos minutos, vuelve
a reír más escandalosamente.
ALICIA. ¡Qué es broma, tía!
Alicia le da un puñetazo a
amistoso a Marga, que empieza a reír poco convencida.
ALICIA. Me gusta la casa… Está decorada con muy buen gusto.
Parecen las de las revistas de casas. La verdad es que vista por Internet
parecía muchísimo más fea. Bueno, feísima. Lo que pasa es que como tenía buen
precio pues me dije «bueno, aunque sea una mierda de casa, no está nada mal de
precio».
MARGA. Am… Pues, ¿gracias?
ALICIA. Pero no te molestes, ¿eh? Que está bien. No es que sea
el Rich de Madrid, pero bueno. A lo mejor hago alguna que otra reforma y…
Claro, el dinero lo pondrías tú, porque es tu casa.
MARGA. Preferiría que no la hicieses. A mí me gusta la casa tal
y como está.
ALICIA. Bueno, ya negociaremos el tema… ¿Y cuál es mi
habitación?
Alicia se mete en su
habitación y se tumba en la cama que hay. Marga la sigue.
ALICIA. Luego hablamos sobre el tema. Solo quiero dejar claro
una cosa: una fiesta al mes no puede faltar.
MARGA. Verás, a mí no me gustan las fiestas…
ALICIA. ¡No digas tonterías! Y ahora déjame que estoy demasiado cansada.
Por favor, cuando salgas de mi habitación cierra la puerta.
Marga le hace caso y sale,
cerrando la puerta tras ella.
Raquel y Roberto están en
el salón de su nueva casa, poco amueblada debido al poco tiempo que llevan en
ella.
RAQUEL. ¿Y cuándo va a venir el camión de la mudanza? Llevo
llamándolo dos horas y no me lo cogen.
ROBERTO. Ya te dije que no era buena idea que tu padre nos
hiciese la mudanza con ayuda de tu abuelo.
RAQUEL. Pero si yayo Umberto está en plena forma. Va todos los
días a jugar a la petanca con sus amigos y es el ganador del campeonato de
petanca de su barrio. Hasta le hicieron una placa como recordatorio.
ROBERTO. Cariño, esa placa se la regalaron para darle ánimos
cuando le operaron de apendicitis.
RAQUEL. ¿Tú no has oído eso de que la intención es lo que cuenta?
ROBERTO. Y además, yo no digo que no esté en forma. Solo es que
creo que una persona con noventa y cinco años no está para coger una cama a
pulso.
RAQUEL. Cariño, no hablemos más del tema que no me quiero
cabrear contigo.
Suena el teléfono de Raquel,
que lo coge tras echarle una mirada de no muy buenos amigos a Roberto.
RAQUEL. Hola, papá. Os estamos esperando para que traigáis las
cosas… Uy, sí, me encanta estar sentada sobre el suelo… ¿Qué?... ¿Cómo qué?...
Estoy allí en quince minutos. (Cuelga.)
Yayo Umberto está en el hospital.
ROBERTO. (Se acerca
corriendo a ella.) ¿Cómo? ¿Qué le ha pasado?
RAQUEL. Al coger la
librería Borgsjö se le ha caído encima.
ROBERTO. ¿Pero está bien?
RAQUEL. Ha muerto. (Llora escandalosamente.)
La hora de la cena. En la cocina, Marga y Alicia están sentadas a la mesa.
MARGA. ¿Te apetece si
después de comer leemos el contrato?
ALICIA. (Hace un bostezo falso.) Tengo mucho sueño, creo que me voy a ir ya
a mi cama. (Se levanta y se va a su
habitación.)
Marga se queda sentada. Cuando reacciona va tras Alicia, que se encierra
en su habitación cerrando la puerta.
MARGA. (Pega a la puerta.) Alicia, tenemos que hablar.
ALICIA. El teléfono al que llama está apagado o fuera de
cobertura. Por favor, deje su mensaje después de la señal. Biiiip. (Silencio.) Que no, tía, que era broma.
Que no tengo ningún teléfono, que era yo hablando. Es que en un futuro me gustaría
ser actriz.
MARGA. Así que podemos leer el contrato.
ALICIA. (Cortante.)
No.
Suena el timbre.
ALICIA. Ve tú, que yo ya estoy dormida y soñando con Christian
Grey.
MARGA. (Hablando para ella
misma.) Pues no me gusta desearle el mal a ninguna persona, pero ojalá que
el señor Grey le dé en la cabeza a Alicia con su porra. (Ríe.) Con su porra.
Marga abre la puerta. Al
otro lado hay una chica sentada en el suelo, llorando.
MARGA. (Preocupada se
acerca a la chica.) ¿Te pasa algo? ¿Quién eres? ¿Vives por aquí?
SILVIA. ¿Alicia? ¿No me reconoces? Uy, qué cambiada estás. ¿Te
has hecho cirugía en la cara?
MARGA. ¡Ah! Buscas a Alicia, yo no soy ella, porque no me llamo
Alicia. Soy Marga.
SILVIA. La puedes avisar.
MARGA. ¡Alicia, alguien pregunta por ti!
ALICIA. (Desde su
habitación.) ¿Es un chico? ¡Dile que pase!
SILVIA. ¡Alicia!
Alicia, al reconocer la
voz, sale corriendo hacia la puerta principal. Abraza muy fuerte a Silvia.
ALICIA. Pasa, por favor, Silvia. Pasa y ponte cómoda. Como si
estuvieses en tu casa.
MARGA. (Un poco cabreada
por lo que ha dicho Alicia.) Eso, como si estuvieses en tu casa.
Raquel y Roberto entran en
casa, que sigue como antes. Raquel viene vestida de negro, con unas gafas de
sol que cubren gran parte de su cara. Roberto, vestido con un traje del mismo
color, viene cogido del brazo de Raquel, que empieza a llorar a moco tendido.
ROBERTO. Vamos, cariño. No puedes llorar tanto. Además, mira el
lado bueno.
RAQUEL. (Para de llorar un
segundo y lo mira, curiosa.) ¿Qué lado bueno?
ROBERTO. Puedes escribir una novela sobre la vida de tu abuelo.
RAQUEL. Sí, y cuando mueras tú escribiré uno sobre tu vida. El
primer capítulo se llamará: “Asesinado por su mujer”. Es que ya ni tengo
fuerzas para discutir contigo…
Raquel vuelve a llorar
como antes.
ROBERTO. Vámonos a la cama. Es demasiado tarde y te vendría bien
dormir un poco.
RAQUEL. ¿Y qué vamos a dormir, en la terraza? No sé si te has
dado cuenta de que no tenemos cama.
ROBERTO. Es verdad… ¡Qué mal! Tu abuelo se podría haber muerto
después de que nos hubiese traído la cama.
RAQUEL. Sí, ahora hacemos la guija y se lo digo a través de una
conexión dimensional. O si no le pido ayuda a Pocoyo, que su amigo el elefante nos
puede ayudar seguro. ¡Insensible! ¡Cabrón!
Raquel corre y se encierra
en su habitación, vacía.
ROBERTO. (Diciéndoselo a
sí mismo.) Pues mira tú que yo creo que el elefante ese es maricón. ¡Si es
rosa! (Corre a la habitación donde está
Raquel.) Venga, cariño, ábreme la puerta. Lo he dicho sin pensar. No sabía
que lo querías tanto.
RAQUEL. ¡Déjame! Ojalá se te caiga una estantería Borgsjö a ti encima.
ROBERTO. Raquel, venga,
ábreme.
RAQUEL. ¡No quiero!
ROBERTO. (Diciéndoselo a sí mismo.) ¿Por qué le
tendrían que poner pestillos a las puertas de las habitaciones?
FIN DEL PRIMER CAPÍTULO